RT / Después de horas de debate, crece en Argentina la expectativa por el pronunciamiento del Senado sobre la legalización del aborto

El gobierno confía en que el proyecto será avalado por un margen de votos mayor al que se esperaba durante la madrugada anterior.

La sesión en la que el Senado de Argentina debate sobre la legalización del aborto hasta la semana 14 de gestación, sin requerimiento de más causales que la decisión de la mujer, cumplió ocho horas en las que ya han intervenido 35 legisladores, la mayoría de los cuales anticipó su voto a favor de la iniciativa que presentó el presidente Alberto Fernández.

De acuerdo con las estimaciones plasmadas en la planilla de oradores, la jornada parlamentaria, que comenzó a las 16:09 del martes, terminará poco después de las 04:30 horas del miércoles.

El escenario de una aprobación que sería histórica se fortaleció gracias a que durante el debate varios senadores que habían mantenido oculto su voto, finalmente revelaron su apoyo al proyecto.

Es el caso de Stella Olalla, Laura Rodríguez Machado, Oscar Leavy y Alberto Wereltinek. Con su respaldo, que recién fue confirmado esta tarde, el aborto legal, seguro y gratuito cuenta hasta ahora con 36 votos a favor y 32 en contra, pero todavía resta que tres senadores indecisos manifiesten su posición.

Casi a la medianoche, hora local, ya se habían pronunciado 35 de los 59 senadores que se inscribieron en la lista de oradores. De ellos, 24 anticiparon su respaldo y 11 su rechazo.

La sesión es seguida por multitudes en las calles y en las redes sociales. En las afueras del parlamento, colectivos encabezados por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito se agolparon desde temprano en el costado izquierdo de la Plaza del Congreso, con sus pañuelos verdes como símbolo.

Del lado derecho, teñidas de pañuelo celeste, se apostaron organizaciones religiosas que manifiestan su rechazo con un feto gigante y sangrante, un «cementerio» de niños y misas.

En contra

Los argumentos expuestos han sido básicamente una repetición de los que se escucharon en la Cámara de Diputados el pasado 10 de diciembre, en la sesión que culminó en la aprobación de un proyecto que fue enviado para su ratificación o rechazo en el Senado.

Desde la oposición han insistido en que la legalización del aborto es inconstitucional, que se debe proteger la vida desde la concepción, que habrá castigos divinos; también se sostiene que es un tema que sólo interesa en Buenos Aires y no al resto del país; que en lugar de abortar se debe promover la adopción prenatal, que no se toma en cuenta «al niño por nacer» ni al padre, que no es oportuno tratarlo justo ahora que hay una pandemia y una crisis económica; que el sistema de salud se va a saturar con los abortos y que es una iniciativa que divide a los argentinos.

Una de las exposiciones más polémicas fue la del senador Dalmacio Mera, quien contó que en 1315 hubo una sequía en Europa que fue conocida como «la gran hambruna», bajo el reinado en Inglaterra de Eduardo II, que convocó a sus mejores asesores para enfrentar el impacto de la sequía en la cosecha.

Mientras nadie entendía qué tenía que ver esa historia con el debate por la legalización del aborto, Mera continuó diciendo que los asesores le recomendaron al rey que matara a la mitad de los cerdos y eliminara a la mitad de la población. «No había plan B. Y 705 años después, con el aborto tampoco hay plan B», se lamentó, sin dejar en claro la relación entre ambos acontecimientos.

Luego se fue todavía más atrás. «En el año 500 antes de Cristo, la ley de las 12 tablas impidió y prohibió el ejercicio de patria potestad abusiva que ejercían los hombres, no se podía disponer de la vida ni del comercio de los hijos. El embrión era sujeto de derechos. No existe el derecho al aborto. Lo que existe es el derecho a la vida», concluyó.

El senador Maurice Closs, por su parte, aseguró que no siente responsabilidad alguna por haber votado en contra del aborto legal en 2018, cuando se discutió por primera vez en el Congreso, a pesar de que desde entonces murieron unas 70 mujeres en intervenciones clandestinas. «Tampoco hago responsable de asesinato a quienes tengan pañuelo verde. Estamos siendo sometidos a una visión que ni siquiera sabemos si es mayoritaria, pero sí del voto urbano», acusó.

Más controvertido aún fue el senador Roberto Basualdo, quien, sin dar mayores argumentos, concluyó: «Esta ley no sirve», luego de confesar que a él nadie le había enseñado a hacer el amor.

Antonio Rodas ofreció un tono más religioso para justificar su rechazo a la normativa propuesta. «Dios tiene un proyecto de vida para cada uno de nosotros. Y nosotros tenemos que honrarlo», dijo después de leer un tuit del papa Francisco en defensa del niño por nacer. «Se necesitan dos personas para el milagro de la gestación, es la irrupción del amor, pero en la interrupción del embarazo decide una sola persona: la mujer», lamentó.

Más tarde, la senadora Belén Tapia completó: «Los ojos de Dios están mirando en este lugar; una maldición si escogemos matar inocentes».

A favor

Las y los senadores que apoyaron el proyecto argumentaron que se trata de un acto de justicia social y de derechos humanos, que las mujeres pobres mueren en abortos clandestinos, que se debe respetar el derecho de las mujeres y las personas gestantes a decidir sobre sus cuerpos y dejar de criminalizarlas y estigmatizarlas, que la penalización no mejoró nada, que la maternidad no puede ser forzada, que es importante deconstruirse; que el aborto es un derecho, no una obligación, y que, de ninguna manera, las niñas violadas deben ser obligadas a ser madres.

También recordaron que esta ley es producto de una lucha de décadas encabezada por mujeres pioneras como Nelly Minyersky, Martha Rosenberg y Nina Brugo, y por el colectivo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que concentró los esfuerzos de uno de los principales reclamos de la agenda feminista.

Mencionaron, además, a víctimas de la clandestinidad, como Belén, una joven tucumana presa por haber sufrido un aborto espontáneo; Ana María Cáceres, quien murió después de que se le negara una interrupción legal de su embarazo, a pesar de que su vida corría peligro; y de Lucía, una niña de 11 años que quedó embarazada después de ser violada por su abuelastro.

«Vengo a ocupar esta banca en nombre de las mujeres muertas por el aborto clandestino«, declaró la senadora Norma Durango, quien sorprendió al anunciar un compromiso para que el presidente vete por decreto una palabra clave que venía en el proyecto y que mencionaba el riesgo a la salud «integral» de la mujer como causal para que pudiera solicitar el aborto.

La promesa de eliminar el término «integral» fue fundamental para obtener el apoyo de senadores que todavía estaban indecisos.

El senador Oscar Parrilli recordó las «barbaridades» que se dijeron cuando se aprobaron otras leyes históricas como el voto femenino, el divorcio y el matrimonio entre personas del mismo sexo, mientras que Nancy González advirtió que hace dos años se perdió la votación en el Senado, pero se ganó el debate en la calle porque el aborto dejó de ser un tabú.

«Después del rechazo de 2018, hubo alrededor de 70 muertas por abortos clandestinos. ¿Quién carga sobre sus hombros las muertes de esas mujeres, después de haber tenido la oportunidad de haberles dado aborto legal, seguro y gratuito? Voy a votar por mi hija, por mi nieta, para que no volvamos nunca más al perejil, a las perchas, a los garajes clandestinos», afirmó.

«Una vez más, las mujeres no pedimos permiso para hacer historia. No queremos más mujeres presas ni muertas por abortos clandestinos. No somos genocidas ni irresponsables ni asesinas», agregó en su turno la senadora María Eugenia Duré, en tanto que Silvia Sapag confesó su emoción porque cuando ella nació, las mujeres no votaban, ni heredaban, ni podían administrar sus bienes, ni se podían divorciar o jubilar.

«Las mujeres, cuando yo nací, no éramos nadie», recordó.

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